breve teoría de su rostro decimonónico

"Los visajes de su rostro son umbríos, como los de uno decimonónico. No que no asomen erubescencias y pigmentos. Los hay, tanto como hay una tristeza pintarrajeada de sonrisa. Es un rasgo, una facción profunda, la que me hace evocar la centuria fenecida, descrita de mejor forma (i.e. imaginativamente) por Valle-Inclán, que por Baroja o Galdós. Mueca melancólica, la suya. Describiré el siglo XIX como el de las mujeres de lúgubres vestidos, largas ropas y cuerpos escondidos; poemas urdidos al lado del río y Hölderlin loco. Llueve en la Alemania de Goethe, y hay relojeros que gastan las tardes mirando por las ventanas. Nietzche mata a Dios en una buhardilla oscura. Tiene frío, y está tan solo como solamente puede estarlo el genio. [...]

[...] Carece de importancia, en efecto, lo que su rostro sea en sí. No existe su rostro en sí, ni su usted real. Lo único real es lo que a mí se me antoje inventar de usted. Lo único real es lo que sus ojos me hacen ver: ese camino de polvo, esas nubes bajas que circundan la bóveda celeste, ese estar sentados frente a la montaña cerrada. Por ello digo que ha puesto las cebollas en la mesa de madera al mismo tiempo que ha bebido asiduos tragos del cántaro de agua. Por ello, su paso sereno y el viento y los pájaros y las gradas que conducen a la iglesia vetusta. [...]

[...] Profundo llanto, profunda risa, profundos todos los visajes y las facciones. Pero son estas palabras que en este instante tipeo, las que me permiten plasmar lo que imagino. E imagino, según mi previa acusación, que sus ojos son huidizos, lábiles y turbios. Imagino, en efecto, que la acuso. Imagino un juicio en el que la he declarado culpable. "