tuya fue esa la mirada que me regalaste ayer, inefable. con ojos profundos me hablaste en lenguas, todos aquellos sentimientos que solo se tangibilizan cuando miro en la oscuridad vacía de tus ojos muertos.
una vez levantaste la mirada, me viste y en el siguiente movimiento, quitaste tu ser frente a mi presencia curiosa; una segunda vez inmediata alzaste los ojos hacia mí, me sorprendiste con tu desnudez directa. con dolor me hablaste sin decir un sonido, y con amor me viste entre vasos secos por entre tus largas pestañas enredadizas. ya quise hundirme en tus brazos y llorar por la imposibilidad de mis errores.
hoy amanezco y recuerdo siempre en todo distante momento, aquella tu mirada inefable, la que me conversó luego de eterno silencio y rememoro así tu espalda vuelta contra mi cuerpo, pseudo-ignorando mi vida, mis cantos y mi poesía. sin embargo, yo también te regalo un espejo de mi espalda, sin nunca girar mi cuerpo, tampoco evitando ni tu faz, espectro nublado, ni tu hermosa cabeza frondosa. te ignoro mirándote directamente a los ojos, intentando agotar tu resignación y tus miedos, buscando hablar sobre hombres muertos y escenas arcaicas, pero ya siempre huyo de tí.
luego de soñar, despierto enmarañada en una gran mirada inefable, y siento que las lágrimas comienzan a poblarme, sin embargo, recluída en mis sábanas ausentes, no lloro, puesto que para eso necesito la muerte o incluso compañeros ignorantes de mí.
esa dirección visual; yo, el destino de esta mirada confesiva. nada más queda que olvidar... pero, no obstante todo, el olvidar nunca olvida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario