martes, abril 24

la historia de joaquín, la nuestra humana


cuando ana me relató que a joaquín lo habían trasladado fuera del ala oscura, decidí que era hora de ir a visitarlo.

planié muy cuidadosamente la visita. así, preparé comida en mi cocina de leña, unas cebollas moradas cocinadas en vino tino con azúcar, junto a un trozo de carne grueso y apetitoso incluso para el carnívoro más pusilánime, sazonado en aceite de oliva con ajo y romero. recordaba que a quincho siempre le gustaba sentir la sangre de un animal muerto en sus dientes, lengua y garganta, pues decía que refrescaba su sed de dolor y maldad. por estar pensando en sus dientes sucios de sangre de res, se me quemaron las pobres cebollas moradas y la carne se sobrecocinó; ya no servía mi intención de refrescar su vida por medio de un almuerzo trabajado, tenía entonces que elaborar otra estrategia para mi visita inaudita.

de tal manera recordé que había un vino tinto que a quin le fascinaba, se llama Tierra del Sur, argentino, cerca de la zona chilena donde se hacen los mejores vinos de este suelo. me recordé, porque viendo una foto de la vasta y amplia playa de la costa puntarense, fui trasladada yo a la oscuridad de aquella noche en la que aquél se emborrachó con dicho afrodisiaco y se lanzó al mar mientras gritaba alaridos coyotescos y llanto sufrido al mar, mojando sus venas desangradas color vino Tierra del Sur, diluídas con la sal y el oleaje blanco de la mar. sin embargo, cuando me levanté y caminé lentamente hacia la despensa, llegando al destino, descubrí que efectivamente había dejado de comprar este licor debido a, precisa e irónicamente, el episodio mismo que acabo de refrescar en mi cuerpo. además, ¿cuál sería la casualidad de que podría tomarme una copa o dos en una sala del ala no oscura con él? realmente, yo no estaba pensando clara ni inteligentemente. necesitaba creativar mi mente...

me acosté sobre mi cama, viendo el techo blanco de relieve uniforme, el cual reflejaba la luz mediodial. cerré los ojos y traté de recordar a joaquín, su olor, su sabor, su locura. lo único que queda fresco en mis sentidos es su demencia, aquella que inevitablemente me enamoró de su sencillez de perturbación humana. ¡cuántas tardes gozábamos con su invención histórica de un pasado afectado de la tortura de ser él quien era! ¡cuántas veces nos besamos entre golpes, cachetadas y violaciones violentas de color violeta! cuando me acuesto a dormir me cuesta abrazar su ausencia perfumada de esquizofrenia y paranoia acechada en las calles de berlín del este. igual que el grafitti de estas avenidas, su trastorno no era producto de un malestar real, sino de uno vivencial, una creación a partir de su insatisfacción de tener que vivir en un mundo en el cual la inhumanidad, dessolidaridad e indiferencia reinan a manera de león en la selva. su equilibrio intelectual se transformó así en un desequilibrio emocional de la existencia misma llevado al extremo, intentando llamar la atención de los no-locos con lo opuesto, buscando abrir sus ojos por medio de las salidas caóticas de su sentir.

por todo esto y más, joaquín estaba ahora apenas salido del ala oscura, donde la sociedad mete a aquellos que han des-aprendido a vivir entre los demás, a éstos que deprimidos dentro de su piel cantan ahuyentando la comodidad y tranquilidad serena de un día más. ellos, los locos... sí, claro, por supuesto, había dicho joaquín, entretanto lo amarraban a un bus de garrotes y rejas eléctricas; como no, así es, mientras lo escondían tras paredes negadas de verde y aire fresco; ¿por qué no?, la verdad, las cosas... pues, ¡obviamente! y así, joaquín moría sus días en un ala sin luz.

bueno, divagué de mi propósito y las horas de visita estaban por terminar. fue por esto que decidí aguardar unas horas en mi aposento hasta que sonara la campana del almuerzo y de las pastillas, pues no tenía qué ofrecerle al sabio demente. cínicamente me había desposado de mis trajes de negocio, de mi figura esbelta de mujer independiente en un mundo de hombres y de mi deseo de amar a manera de hollywood. así, yacía sobre mi cama blanca, acostada entre cuatro paredes además blancas, sin espejos, sin nada filoso con lo que podría abrir el cerrojo de mi realidad petrificada; aquí, guardada como una niña castigada severamente por ignorantes padres abusivos. y ahora, viendo a través de mi ventana amarrada y la imposibilidad de salir corriendo a la naturaleza, me doy cuenta que tampoco hoy podré ver a mi querido joaquín.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Delicioso, la evolución en la calidad de su escritura es evidente.

Que dicha que de su ocio nazca mi placer.

Anónimo dijo...

aro

Anónimo dijo...

"Aro", dice la pinta...

Anónimo dijo...

me ñastra...
ja, como la ve?

nombres, es que no sabía como responder!

supongo que hubiera bastado con un: :)

pao dijo...

antes, los crucificaban, luego, los electroschockeaban y ahora solo los encierran.

Anónimo dijo...

Por eso me gusta vivir entre tanto loco de mierda...