sábado, febrero 17

variación de garcía lorca

Me debes un rito satánico, el cual me haría defecar placer mientras en una copa gris disfruto de un trago lujurioso. Como una galaxia oscura despertaría en rincones verdes y enmarañados en sí mismos descubriría sombras translúcidas que gruñen ecos de delicia. Salvaje, se hace reconocer como una ceremonia agonizante, donde yo, es decir nosotros, es decir, yo, celebro con voz ciega haber visto niñas cantando y pecados respirando.

Diviso un hueco a lo lejos, con un eterno que me espera. Mientras la ira escala paredes humanas, comienzo a correr hacia las pirámides de cúspides ovaladas y encuentro al lobo que me chupa las entrañas; saboreando mis deleites vuelo por el mar. Soy marea, que con la luna llena sube y baja, mojando la arena esparcida por los cabellos del libidinoso.


¿Podré derretirme y luego brotar por debajo de la tierra se
ca que se empapa de ojos cerrados, saliva endemoniada y dientes hambrientos? La tierra desolada de espejos fondos me haría pequeña y rápidamente grande, luego ancha pero después angosta y al final un estruendo escandaloso me dormiría roja y despertaría piel, con mirada inconclusa y palabras inacabadas.


Adentro siento la vida que me mueve espesa, con alegres muecas busco tus ojos y sueño amarillo tus uñas. Que las aves compartan mis ojos de águila y que los peces naden en tus ojos de tormento, puesto que al mundo he cerrado puertas e impregno sobre nuestra piel roces de labios abiertos. En otras lenguas nos descubrimos y mis dedos sueltan caricias, entretanto me mareo con tu voz, color aire se está divulgando, y la profundidad en que estamos hablando es más infinita que la oscuridad.

Los relámpagos fulminantes de la tormenta nocturna nos posicionan sobre un amplio lecho vacío y es aquí donde cabemos los silbidos.


Los hedores del sexo reviven olvidos y dormimos bajo la furia vivaz de una nariz congestionada. Quisiera poder sostenerte con mi pecho y anular historias de militares arcaicos; muertos, acechan nuestros delirios, y yo que busco un regufio cálido entre tus huesos y tu sangre. Anhelo respirar tu aliento y montar tu fuerza, dar vueltas alrededor de la cuadra para luego regresar a casa y encontrar suspendida del techo una soga que sobre la fogata está ardiendo. Giraría entonces mi cabeza hacia la cama y notaría tu dulce dormir que me llama, así me acuesto sobre tu pelo y chupo tus pestañas.


Abro mi boca y expelo una cabeza, canta y titubea. Abres tu boca y conozco tu lengua: besada descansa entre el paladar y la mandíbula. Deseo cortarla con una navaja poco filosa y beber tu líquido doloroso, sufrir tu vientre apuñalado y gritar tu llanto apasionado.


¿Cómo he de decirte, azul, que te quiero verde?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Ella se acerca todos los días con el hacha. Se rasga las vestiduras, el vestido negro de la señora prometida. Ya no llora más cuando escucha los violines afinando en el teatro. Sólo tiene un hacha, y un cuchillo que, sigiloso, clava en la garganta de su amado.

Muere payaso, te sacaré la sangre, aunque te amo. Dejame probar el amor como un caliz del demonio; para partirte los dientes, usaré el taladro de mis miedos, la bajeza de mis indecisiones. Sé que soy injusta. Te pondré las cadenas y apretaré los grilletes, para que no cantes, para que te extingas como el mal amante.

Ya no encuentro ternura en tus suspiros.

pao dijo...

la sangre de mis lágrimas no la podrás ver nunca, pues tus ojos están encadenados con grilletes y tu canto se ahoga en decepción. el dolor de mi sangre nunca lo sentiràs porque no sabrás nunca cómo duele amar y despertar entre huecos, espinas y clavos.

Anónimo dijo...

ME DECIDO POR MI MISMO.